miércoles, 19 de diciembre de 2018

Jorge Agra / Jaque...

Acrilico s papel
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  El Mundo tenía dos potencias: los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Representaban ideológicamente lo opuesto. Los Estados Unidos, el mundo libre y democrático. La URSS , en cambio, trataba de imponer el comunismo como forma de vida en los países que dominaba y formaban su Unión y en aquellos otros que intentaba dominar ideológicamente, como por ejemplo Camboya, sosteniendo a Cuba, Vietman y China como sus aliados emergentes de otros continentes.
 El Tratado de No Proliferación Nuclear, el ingreso de tropas norteamericanas en Camboya para defender a Lon Nol de los Jeremes Rojos, la firma de Paz en Vietnam propuesta en 1966 por el presidente Lyndon Johnson en Manila, quedaban aún pendientes. 
Los Estados Unidos y la Unión Soviética eran enemigos. Y lo fueron hasta la disolución de la URSS, conformada por 15 países, hoy independizados, hecho producido entre 1990 y 1991. 
 El mundo se informaba por radios, periódicos y una televisión abierta y, generalmente, oficial. La gente se comunicaba por telefonía o correo. La prensa "aceleraba" los tiempos utilizando el "Télex" (sistema de cinta perforada por codificación telegráfica) y el registro visual lo facilitaban las radiofotos, sistema que consolidaba a las agencias internacionales de noticias.
 Los Estados Unidos y la URSS eran dos sistemas políticos y filosóficos opuestos y competían entre sí frente a un universo, por entonces lejano.
 Eran los grandes hechos, los conmocionantes, los que lograban que aquel mundo lejano de otros continentes y sus gentes, se asombraran.
 La conquista del espacio, el avance en las ciencias y las artes, la evolución de la tecnología y los triunfos deportivos impactaban en todo el mundo, lo conmovían.
 Es así cómo la Unión Soviética mostraba con orgullo la hegemonía de sus campeones mundiales de ajedrez, juego de inteligencia, que la propaganda de la época expandía como parámetro de los pueblos de alto coeficiente por su alimentación y cultura. Los soviéticos sostuvieron el Campeonato del Mundo, entre 1948 y 1972.
 El Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger insistió mucho para que el prodigioso Bobby Fischer aceptara ir a Reikiavik, Islandia, a disputarle el título mundial al genial Boris Spassky. El propio presidente Richard Nixon, luego renunciante a su cargo tras el caso Watergate, alentó ese enfrentamiento. Y el mundo, por más de un mes, se paralizó.

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